Hoy en día lo que funciona como el Museo Sacro fue, en el siglo XVII, el cementerio de la Catedral de Caracas. Cuenta el cronista Arístides Rojas que las fiestas fúnebres en Caracas (u octavarios, como también se los conocía) eran un fiestón, donde hasta las patas de los pavos eran decoradas con lazos negros.